Jack, Peterkin y Raúl vivían felices, pues estaban disfrutando de unas hermosas vacaciones. Y contaban con el barco que un día cualquiera pasara por allí.
Una noche, mientras dormían en sus mullidos lechos de hojas, escucharon unos chillidos agudos.
-Se me han puesto los pelos de punta -susurró Raúl.
-¿Estará habitada esta isla? -se le ocurrió a Jack.
Muy de mañana, armados de palos, salieron a explorar y treparon hasta un promontorio.
-¡Mirad! Alguien se mueve cerca de la playa…
-Visten casacas azules y pantalones blancos -murmuró Peterkin-. Parecen soldados haciendo marchas…
Raúl estalló en risas.
-¿Conque soldados, eh? ¿Pero no habéis descubierto que son pingüinos?
Los otros, pasado el susto, reían también. Los simpáticos animalillos paseaban su importancia por la playa yendo y viniendo como a compás de una música marcial.